LOS NOVIOS
De la llama del pabilo de la vela brota una paloma, como de la mano de Dios. Dios le entrega esa paloma a un ángel para llevarla a las manos de la virgen. Pero la virgen está sentada a la ventana esperando que su enamorado le traiga flores. Cuando él llega le entrega un ramo alto y ella le ofrece asiento. La puerta queda entreabierta para las luces de la oración.
La virgen coloca las flores en una jarra al centro del grupo, pero no las huele por temor a que nazcan seres mitológicos que sólo ella ve. En lugar de eso, toma una brasa del hogar y enciende la pipa del padre. El padre se quita la gorra de ferroviario y luce la blancura de su testa; los brillos de sus canas llevan la gorra hasta el perchero. El novio también fuma su pipa. Se quita su gorra y luce una cabellera de potrillo. La gorra se adormece sobre su muslo azul.
Viendo balancearse las espirales del tabaco, la virgen sueña las felicidades de su boda y en cómo cerrará los ojos esa noche y cómo lucirán sus pestañas. Tan retenida y extasiada está por dulces lazos de seda color lila, que la paloma escapa de sus manos y da vueltas por la habitación. Todos lucen sus corazones rojos y ríen hasta que la paloma se recoge en su dueña.
La aldea oyó las risas y también llegó a reír. Dios escucha la melodía subir y sonríe. Del fuego en la chimenea sale una cantidad de palomas para que sólo la novia vea. Ella suspira de nuevo y las obsequia con cintas de colores tardíos. Una nube con forma de dedo encubre su boca. El novio contempla la sonrisa beatífica y hace tirar su pipa como a un barco a vapor. Todavía no es la hora de bajar de su clavo al violín.
La madre trae una botella y tres vasos. Un siervo da de comer al cordero. Al cordero le salen cuernos rientes. El gallo persigue a las gallinas. Unas aves picotean las tablas de la Ley. A Dios le brotan cuernos.
Los peces se ponen celestes y planeadores; la cabra entra al río por detrás de su reflejo.
Del ramo de flores en el centro de la habitación, sale una luna llena