DE LA CERTEZA DE DIOS
Había como un adormecimiento
de la luz que mojaba con dureza
el horizonte entero. La belleza
en quietud dentro del movimiento
de las hojas que abrían entre el viento
su verde curvatura era la ilesa
cumbre del ala, un halo, una tristeza
de estar desguarnecido en el sangriento
crepúsculo sin voz. Vertiginosa
rosa en calma, la muerte era mentira
derrotada en la edad de toda cosa
móvil o inerte, denigrada o pura.
Vivir era saber que Dios respira
en cada espora de su arquitectura.
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