jueves, 14 de septiembre de 2017

HUGO FRANCISCO RIVELLA



LUZ DESIERTA

Pienso en mi madre muerta,
No puedo imaginar sino su manos sobre mi cabeza y su voz diciendo que me ama.
¿Puede, en la distancia, volver a ser la rosa que en sus ojos duerme?
¿Cómo estarán sus manos, sus cabellos cenizas,
el aguacero de su risa en ese país oscuro?
Seguro, madre, que lo has revuelto todo.
El diablo a la diestra de Dios padre, y Jesús de farra por todas las esquinas.
Ni hablar de la comida.
Les arderá la lengua por el ají y beberán de a litros aguardiente.
Soñadora.
Te cuento que escribo Poesía, que cada día te nombro,
me acompañas, a veces sin saberlo,
lo sé, porque de pronto algo sucede en mí,
en la luz del jardín,
en la palabra que destierra a la noche, en los sapos eternos de la lluvia.


Madre,
han vuelto a florecer los durazneros.

miércoles, 15 de febrero de 2017

MARTÍN RANINQUEO



POEMA ROJO

No, no era la respiración del sol
color manzana purpurando el monte.
No eran pétalos de claveles rojos
que algún dios irradiaba desde el cielo
sobre la untuosa espera de la turba
Tampoco era la luz de Marte dando
pinceladas en la tela de nieve.
No era el diablo arrojando una copa
de vino tinto en una boca de tierra.
Poetas, era sangre de un soldado 
en las islas de la niebla.

SANDRA PASQUINI



POEMA 

Son más de las cuatro
estoy aquí
buscando una alternativa
a la absurda obstinación del lenguaje
pienso en tus sospechadas sombras
en cada uno de tus disfraces
en esa carcajada frágil
a punto de hundirse en el atardecer
tengo el paladar lastimado
de tanto chocar con las palabras
estoy aquí
recontando las formas que inventa el silencio
con esta certidumbre dibujada a lápiz
en unos minutos más
va a sobrevenir el hartazgo de pensarte
y voy a trazar un círculo pequeño
con mi dedo índice sobre el papel
para encerrar las siete letras
que dicen tu nombre
y sigilosa
impune
y deliberadamente

aplastarlas contra el olvido.

MAXI IBAÑEZ



LA VIDA COLIBRÍ


La vida colibrí esquiva las espinas.
Donde  ayer fue peligro  
la memoria se vuelve guarida
y el recuerdo es el néctar preciso
que la flor ilumina.

La vida colibrí escapa al desatento.
Flechazo de arco iris
cual ofrenda a los ojos despiertos
invisible al mirar del olvido
con sus párpados lentos.

La vida colibrí no se vive sin magia.
Destella lo sagrado 
dibujando en el aire con gracia
su bastión de color fulminante
alquimista con alas.

La vida colibrí se marchita y no muere.
Un corazón de polen
su ritual de semillas enciende
presagiando hacia el sol flores nuevas
que el colibrí ennoblece.

Es como el colibrí,
así es la vida…
Tan bella y colorida
tan fugaz y sencilla.

LUIS PALACIOS



DOS

Esos dos, esos con polvo en las de goma, esas medio limadas del borde de afuera y que tienen kilómetros de visiones y medio remendado el pasado. Esos dos que han podido escuchar el mismo crujir, el de todas las estructuras posibles pero que han caminado la ansiedad existente en el orbitar del sol y que todo pueda detenerse hasta la exasperación. Esos dos que se han rastrillado los cachetes con inquisiciones y culpas de niños. Niños, ya no son niños,  son la decima parte del niño. Esos dos duendes pergeñados en nidos de suburbios ausentes, pequeños convivios e infiernos arremolinados desde la panacea del orden y el progreso.
Esos dos, esos que se besan, esos que se besan desenfocando a la oscuridad de la realidad, esos que no les importa nada más que la otra boca. Tienen focos entre los labios. Bocas en las plazas. Pero tu boca.
Esos dos que liman la inquietud entre la combinación de sus sueños. Esos dos que se conocen a lo que huelen. Se sacan la cera de los oídos, están tan cerca de mirarse los piojos. No, no ya no son niños y tampoco monos. Esos dos putones que no saben que se aman y que no saben porque se alteran ante la presencia del otro. Ellos saben hacer el amor entre las cucarachas. Tampoco se han asustado. Esos dos benditos que de tanto perder no le temen a perder, ley inicial del perpetuo asombro.

Esos dos que se filtran entre los bloques, se vuelven lava solo para poder pasar al otro lado. Esos dos que van a una velocidad grave. Esos que se estimulan. Si también esos dos. De algún modo triste se riegan. Y se duermen y se vuelven a despertar. Y se cansan, y se conectan y se desean y se extrañan y que se han acostumbrado demasiado a estar a favor del adiós.