jueves, 14 de septiembre de 2017

HUGO FRANCISCO RIVELLA



LUZ DESIERTA

Pienso en mi madre muerta,
No puedo imaginar sino su manos sobre mi cabeza y su voz diciendo que me ama.
¿Puede, en la distancia, volver a ser la rosa que en sus ojos duerme?
¿Cómo estarán sus manos, sus cabellos cenizas,
el aguacero de su risa en ese país oscuro?
Seguro, madre, que lo has revuelto todo.
El diablo a la diestra de Dios padre, y Jesús de farra por todas las esquinas.
Ni hablar de la comida.
Les arderá la lengua por el ají y beberán de a litros aguardiente.
Soñadora.
Te cuento que escribo Poesía, que cada día te nombro,
me acompañas, a veces sin saberlo,
lo sé, porque de pronto algo sucede en mí,
en la luz del jardín,
en la palabra que destierra a la noche, en los sapos eternos de la lluvia.


Madre,
han vuelto a florecer los durazneros.

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