viernes, 18 de septiembre de 2015

GABRIEL IMPAGLIONE



A LOS PESCADORES DE RETA

Fue tarde entonces cuando estrené los brazos.
Cuando recibí barba y bandera
las orillas estiraban
su soliloquio entre los pájaros
y no había sino huecos espumosos
en el lugar donde se multiplicaron las barcazas.
Quién sabe dónde las redes,
en qué graves mareas se hundieron los oficios.
Llegaban cegando la luz horizontal
del crepúsculo
cargados de plata refulgente,
agotados y sonrientes bajo sus sombreros.
Victoriosos burladores de arcanos marinos
llegaban a la costa montando las rompientes,
blandiendo sus puños mordidos por las cuerdas.
Allí latían revelaciones de ultramar,
se narraba la gran ciudad del agua y el salitre,
comenzaba la contabilidad pieza por pieza
de mano en mano, centavo a centavo.
Se le cantaba al cardumen como al sol o al aire.
Llegué tarde al vértigo del oleaje,
al perfume exacto de la rosa de los vientos.
Allí, de pie, en otro siglo de huellas descalzas
tan sólo un roído barco hundido en la arena
y lejos la estela de los pesqueros invisibles
sobre cuya ruta aún trazan su círculo las gaviotas.
De vez en cuando un viejo pescador emerge
vestido de algas, de peces de relámpago,
y desata los nudos marineros de los vientos
mientras un niño, calladamente alegre 
rompe el límite del agua con la risa.

JOSÉ EMILIO TALLARICO



LA CALESITA A METROS DE LAS VÍAS

Paso revista: hijo/calesita/ la barrera/ las vías:
un código sencillo para sentir la tarde
y el sol más diminuto del invierno aplicado al rostro.
De cuando en cuando pasaba rápido un tren hacia Once,
la calesita acompasaba con un giro manso
aquel instante distraído.
(Extraña es la dinámica del cuerpo.
Lineal o circular lleva su carga
pero de pronto surge una mano y saluda
o envía el beso que tanto valoramos en el niño.)
La calesita a metros de las vías. Mi hijo tan pequeño.
Entonces yo vivía confiado, periférico, abrazado a la historia.

jueves, 17 de septiembre de 2015

DIEGO ROEL



LIBRO DE LAS CAUSAS

Somos una forma que se alza del barro,
una ligadura del hálito de vida,
el peso corpóreo de la luz.

Somos los habitantes de los valles y montes del cielo,
los emisarios del esplendor, una olla
puesta a fuego intenso
que bulle y rezuma la espuma.

Somos el ojo del trueno,
el polvo de la tierra que se esparce,
los vientos del último día.

lunes, 14 de septiembre de 2015

ALVARO OLMEDO



ORGÍA

la guerra es necesaria
lo dijo el amo del mundo
     lo dijo él
          lo dijo dios

entonces
la vida
un instante
         un palpitar innacido

que otros devoran en la orgía de matar


RUBÉN RECHES



YA SON DE LA BRUMA…
                                       

                             A la memoria de mi padre, Samuel Moisés Reches

                                         “Así se sentaron con él en tierra por
                                         siete días y siete noches y ninguno le
                                         hablaba palabra, porque veían que
                                         el dolor era muy grande.”
                                                                               Job 2:13


Ya son de la bruma tus cincuenta años de doblarte sobre las telas
y el Hoy raspa tu alma como los frenos de un tren.

Quisiste con la aguja fundar una dinastía en el peligro del tiempo
y alzaste para protegerla una fortaleza de chalecos y gabardinas.

Sin ayuda de ángeles, ateo fuerte: con sólo tus manos de leñador que cosían.

Sus habitantes teníamos que morir por orden de aparición.
Todas las cabezas que se amparaban en tu fuerza de niño mendigo debían
morir blancas.
Y por eso medías, padre, y por eso enhebrabas, seguro de que así habría de ser,
con la certeza de un sastre que sabe que, si quiere, deja la tela, sale a la calle                                                                                
y atraviesa de parte a parte un planeta con la aguja.

Mientras tus hijos compraban libros y pelotas tus sufilados los hacían inmortales.
A otros padres se les morían, o se les enfermaban, o se les iban para siempre,
                               pero entonces vos cortabas más, probabas más,
Y sentías en tus manos que, de querer irte a coser a la selva con toda tu familia
detrás de tu silla huirían los animales feroces al solo gesto tuyo de marcar con
la tiza el primer casimir.

Alrededor de tu mesa no temíamos a las estrellas.
Eramos diez humanos agraciados. Eramos ricos.
Nos habíamos olvidado de la historia de Job.



RAQUEL JADUSZLIWER



EN LA HORA

Llevo conmigo tu sombra en el costado,
del aire caen las flores amarillas; estoy
en el ahora y se abre paso el verano.
Prodigio pequeñísimo, filigrana paciente,
el tiempo sigue siendo benévolo en la hora.
La luz se amansa y el día fue tan largo,
siguen cayendo las flores amarillas
y puede que esta noche brille todavía
un fuego.