viernes, 26 de octubre de 2012

NORBERTO CORTI



MAREA BAJA

No bastarian la fuerza y la tempestad
para sosegar la injusticia de los hombres.

No serian tus aguas suficientes
para lavar la moral que los humilla,

ni tampoco tu caudal les serviria
para enterrar la ambicion que los devora.

miércoles, 24 de octubre de 2012

RAQUEL SINELLI



ESCENAS EN EL PATIO

En la enamorada del muro
se refugian pájaros
tan fugaces que casi ni se ven.
Hacen huecos
pequeños túneles de hojas
donde se aquietan un instante,
sin recuerdos. Luego se van
al mismo espacio misterioso
del que surgen.
Llevan su sonido
y esa levedad pesa como
si algún significado fuera a revelarse.
En silencio, ella cuelga la ropa.
Con los pies aferrados al piso áspero
alza la cabeza
mira el cielo, puntos oscuros
un trazado que desconoce.

miércoles, 17 de octubre de 2012

HORACIO LAITANO



LA CASA

La casa estaba en la esquina de los peces. Un lugar donde ellos se encontraban para poder reconocerse. El agua se enturbiaba con frecuencia debido a la presencia de otros seres. Pero ellos continuaban, pese a todo, llevados por su afán de subsistencia.
La casa no tenía ni puertas ni ventanas. Apenas un borroso contenido, similar a las casas de otros tiempos. Los peces entraban y salían, sin que nada consiguiera detenerlos. Las noches y los días tamizaban los recuerdos. Ese frágil sostén de la vida de otros seres, que los peces rozaban suavemente.

martes, 16 de octubre de 2012

RODOLFO ALONSO



FUNERAL DEL ÁLAMO

Daba luz, daba lumbre,
daba ánimo.

Una plaga ha roído
por dentro hasta matarlo
al árbol más querido, al
estremecedor y estremecido
álamo carolina
que desde la vereda
con el viento en sus hojas
daba voz a mi casa.

Yo me he quedado mudo
con él.

Y el mismo Haroldo Conti
(quizá, seguramente)
dondequiera que esté
pensando en su balada
también habrá hecho una mueca
de disgusto.

PABLO JERONIMO DUMIT


de nuestra incumbencia

Creo que lloramos por lo mismo,
vos /porque no sabés
que a orillas de tu cuerpo
siembran futuro
los esperanceros
y yo /porque este puñal a deshora,
esta niebla espantosa,
estos pétalos de fantasma,
me sepultan
como a vos /seguramente.
Porque tenemos un prontuario de estaciones marchitantes y un arrullo vencido en la canción
que a juzgar por la mirada de los tontos,
no sirve para nada.

De nosotros depende entonces
jadear y carcajadear
cuando el amanecer se pronuncia en un semblante con su antorcha rascacielos
y su barrilete de linduras.
Lloramos por lo mismo
porque de otra forma
los pájaros serían neutrales
y ajenas las buenaventuras
e incapaces los huesos de sostener la vida
y la vida... un bálsamo de metáforas estériles y este poema una injuria
o un mísero desliz.

IRENE MARKS


LA CONSTELACIÓN DE LAS ANGUSTIAS

“Se oyeron unos tiros anoche. /Se oyeron del lado del Cementerio./Nadie sabe a quién mataron, o los mataron./Nadie sabe nada./Se oyeron unos tiros anoche./Eso es todo.”  Ernesto Cardenal

Toca la constelación de las angustias – aún camina la
nieve sobre los soles de la sangre, aún el aire se disuelve
en gargantas de roca que se cierran donde ninguna voz
resonaría.

Pero huella la voz, pero huella de huellas: nadie dice
que el pan avanza en el sendero donde toda esperanza
se abandona.
Y hay un río, una luz de reflectores apagados sobre las
burbujas que levanta la respiración de los fantasmas.

Y qué de los que ya no lloras ni gritas ni recuerdas
¿Y qué de todos los que anduvieron por el mismo camino
y se dieron la mano y la piel y el amor de los ojos?
Sólo huella la voz, sólo huella de huellas tan largamente
uniendo los silenciosos gritos de su sangre, que viajan por
senderos que se alejan después del estallido en las
encrucijadas: un trozo de sus ojos es la muerte que canta
en tu costado

Sin embargo, huella de huellas la senda de los ríos donde
la sangre se estrellaba como cielo sin límites.

Toco la constelación de las angustias y se transforma
en círculos brillantes, en sonrisas hermanas que me besan
la piel como también hay algo en mí que se desprende
y acaricia los sueños de los que van por el camino rojo,
los que atravesaron el centro de la noche cuando la voz
se abría entre los brazos, ellos, los que se alejan luego
del estallido de las encrucijadas.