viernes, 22 de enero de 2016

GABRIELA PICCINI



A veces el arroyo dice cosas que no entiendo:
que la flor del filodendro es casi un hombre
o casi una mujer, quizás no importe,
que se abre por un día hasta llenarse de bestias diminutas
y luego las guarda en su corazón de cerrada piedra.

¡Qué rápido cambian ciertas cosas!
Alguna vez
cuando viví en el fondo del mar
vi que rápido crecen las medusas

De un lado de la cañada
baja rodando la alegría
del otro lado
ni un molino

Una mariposa callejera
pasa a muy poca distancia de mi garganta
y no me ve
Los brotes nuevos tejen mínimos mundos que estallan si los toco

Aún no entiendo por que suceden ciertas cosas

Tallos con angustias,,
raíces que se enredan en el aire,
hojas que con mal gesto se suicidan,
árboles que caminan despacio
con su pelo largo y llenos de aves escondidas
que me miran y se callan y me miran y se callan
y todo un suburbio la hojarasca habitada por pequeños criminales

El arroyo sigue insinuando un modesto augurio
y llegan el trueno
y su voz de mando
y la quietud anterior a los profetas
hasta que el monte se atormenta
y llueve,
entonces todo tiene olor a cielo virgen
entonces la materia no responde a órdenes urbanas.

Aquí debajo no se conoce el horizonte
y aunque ya no lo pregunto
(tal vez es mejor así)

sigo sin entender ciertas cosas.

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