A
veces el arroyo dice cosas que no entiendo:
que
la flor del filodendro es casi un hombre
o
casi una mujer, quizás no importe,
que
se abre por un día hasta llenarse de bestias diminutas
y
luego las guarda en su corazón de cerrada piedra.
¡Qué
rápido cambian ciertas cosas!
Alguna
vez
cuando
viví en el fondo del mar
vi
que rápido crecen las medusas
De
un lado de la cañada
baja
rodando la alegría
del
otro lado
ni
un molino
Una
mariposa callejera
pasa
a muy poca distancia de mi garganta
y
no me ve
Los
brotes nuevos tejen mínimos mundos que estallan si los toco
Aún
no entiendo por que suceden ciertas cosas
Tallos
con angustias,,
raíces
que se enredan en el aire,
hojas
que con mal gesto se suicidan,
árboles
que caminan despacio
con
su pelo largo y llenos de aves escondidas
que
me miran y se callan y me miran y se callan
y
todo un suburbio la hojarasca habitada por pequeños criminales
El
arroyo sigue insinuando un modesto augurio
y
llegan el trueno
y
su voz de mando
y
la quietud anterior a los profetas
hasta
que el monte se atormenta
y
llueve,
entonces
todo tiene olor a cielo virgen
entonces
la materia no responde a órdenes urbanas.
Aquí
debajo no se conoce el horizonte
y
aunque ya no lo pregunto
(tal
vez es mejor así)
sigo
sin entender ciertas cosas.
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