domingo, 10 de febrero de 2013

PEDRO DONÁNGELO



ALREDEDOR DEL FUEGO

La valla que circunda al gomero,
sostiene una lona mugrienta.
A su resguardo se amontonan bultos, un colchón, pedazos
de cualquier cosa,
y fuera del rectángulo,
una silla mutilada.
Trastos despedazados,
invisibles e imaginables pequeñeces:
Salmonella Typha,
Bartonella quintana.
Disonancias, asimetrías, frente a los abonados
del Mozarteum Argentino esperando ingresar a sus butacas
de terciopelo rojo.
Mi conmiseración hacia ese depositario de asco,
no encaja del todo, escaso de Utopía, el lubricante.
Mi rostro pasa pegado a una ventanilla
hacia el destierro de cuatro paredes,
y me alejo de los dos hombres alrededor del fuego de un
calentador
bajo las robustas ramas. Las sombras tiemblan
como si evocaran un pasado prehistórico.

La luz que apago del cuarto
y desaparece de los intersticios,
antes que la expulse el sol,
dice las últimas noticias sobre mí.

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