Ponía las llaves en la biblioteca
y vos llevabas tu guardapolvos al armario.
Yo amaba saber que te iba a querer toda la vida.
Desplegaba el sofá cama y nuestra hija
no llegaba a los dos años.
Te amaba.
Amaba verte en Valeria, sabía que tu padre
combatió a los que odiaba mi padre.
Luego vino el mar, los tullidos,
la sombra de la sombra en el país del trabajo no fijo.
Me pudrí y te cansaste.
Pero yo me cansé de mí.
Y aquí estoy.
Miro por la ventana de una habitación ajena.
Vivís a ocho cuadras como mi hija
y te ponés a soñar
que alguien te querrá.
Las comidas, los hoteles, los pocos asados y tus canciones de Baderek.
Todo ocurre alrededor del fuego.
El fuego en que nos quemamos
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